Cuando el 22 de Junio del 2006 debute con
Diabetes Tipo 2, después de la crisis hospitalaria y salir bastante maltrecho
de mi organismo en general, hice la promesa a familia y amigos de cuidarme a
toda costa y en todo momento.
Así fue como inicie un camino de aprendizaje
(que no terminará nunca):
De una enfermedad y su manera de
controlarla,
De mi organismo y sus distintas
reacciones a ejercicio, comida y medicamento,
De mi estado anímico y su influencia
en mi organismo,
De alertas y señales que el cuerpo
manda, sobre todo a hacerles caso.
En aquel entonces me llene de rabia y coraje
contra mi mismo, me juzgue muy duro, llore mucho y muy amargo por haber caído
de una manera tan estrepitosa ese 22 de Junio, sobre todo por ignorancia,
porque quizá con un poco más de cuidado y conocimientos no hubiese sido tan
caótico. Lo que más lamenté fue haber puesto de cabeza a toda mi familia,
¿Ellos que culpa tienen?
En fin, familia y amigos me arroparon, cuidaron
y gracias a ello salí adelante en este nuevo viaje o condición de vida llamada
“Vivir con Diabetes”. Desde un inicio “me puse las pilas” y aprendí muchas
cosas que aplico día a día y puedo presumir de un buen control, digno de ser
tomado como ejemplo.
Desde ese día entendí que nuestro cuerpo es el
único vehículo con el que contamos para realizar sueños, lograr metas y objetivos
así como trascender en el plano físico; por lo mismo lo considero mi templo, mi
refugio, en mi organismo habita todo lo que necesito y pensé que la llevaba “de
pechito” y que así sería siempre.
El pasado 13 de Noviembre llámese como se llame
(broma, prueba u ojetada del destino;
suerte –buena o mala-; chiripa; buena o mala leche o que sé yo), otra vez un
tropezón fisiológico me hace ver qué y quién soy. Me da un infarto al cerebro
que ya está bajo control y con pocas consecuencias en realidad.
Una vez más me atormente y pensé que este
suceso se debía quizá a algún descuido y descontrolado en mi Diabetes, dude de
mí, al final yo mismo regrese a mis cabales y confié en mi mismo, estaba seguro
que no, que no había faltado a mi promesa de cuidarme, que no me excedí.
Los estudios que me practicaron corroboraron
que gracias a mis bueno hábitos en el control de mi Diabetes, era yo un ser
humano fuerte y resistente que me permite ahora enfrentar una vez más, una
condición adversa y diferente. Esto sirvió de paso para que mi familia también
así lo entendiera, ellos en su mayoría pensaban que se debía a un exceso en el
ejercicio.
Dicho por el médico tratante, hoy en día,
sabemos que ser Maratonista es mucho más que tener pedazos de metal con listón
y muchos kilómetros recorridos. Ser Maratonista me ayudo a sobrevivir a esta
crisis y no pretendo dejar de serlo. Sé que tengo que arrancar de cero
nuevamente, conocer nuevos límites (para romperlos), aprender nuevas cosas para
poder compartir con mis semejantes.
Mi templo una vez más fue demolido, pero estoy dispuesto a volverlo a levantar. Familia y amigos: Nos vemos donde siempre… ¡En La Meta!